Era un miércoles cualquiera. O sea, un miércoles atropellado, y casi no llegamos.
A veces, cuando llevas unas semanas sin ir al teatro, se te olvida que el arte lo cura todo. Y yo pensaba en que tanta angustia era un poco gratuita, porque iba en un coche a toda prisa, haciendo llamadas de trabajo que no podían esperar pero eran perfectamente prescindibles, y corría por la calle, y ya habia visto la obra, y quizá sería mejor sumergir la cabeza en una copa y el móvil ahogarlo en hielo, y...
Y se me olvidaba que no nos habían invitado a cualquier obra, sino a Brokers, de Yllana.
Se me olvidaba que era un microclima de risas, y crítica, y más risas, y un poco de esperanza. Se me olvidaba que entras en el Alfil y todo el ruido se queda fuera.
Llegamos tarde y nos tuvieron que hacer un hueco incómodo e improvisado. Nos dio igual. El asiento no existe porque en el Alfil, lleno hasta arriba, levitas entregado a cuatro actores inmensos que -a carcajadas- te hacen tragar el veneno de la realidad.
Salgo siempre de Brokers llorando de risa y la certeza de que el mundo va a cambiar porque a nosotros no van a cambiarnos. Y a los de Yllana, menos.
Vuelven a Madrid en septiembre. Yo voy.
P.D.: Txema me pasó al día siguiente una de las canciones de la banda sonora, de Murray Head: http://youtu.be/Hc_
P.D.2: mi hija ha estado brujuleando en algunas de las producciones infantiles de Yllana. Íbamos a ir hoy, pero... la representan en Sudáfrica. Nada menos. Yllana es patrimonio cultural de la humanidad.
P.D.3: No está Brokers, pero el Alfil no cierra este verano. Y, mientras llega la hora de la función, recomiendo "Nobles y rebeldes", un libro lleno de humor, compromiso y ternura.