(Publicado en infoLibre el 18 de abril de 2015)
Ben Lerner es poeta. Ben Lerner es novelista. Ben Lerner es profesor. Ben
Lerner es un tipo de Topeka, Kansas. Ben Lerner es un tipo que
camina por el mismo borde de la ficción.
“Mezcla de
neurosis e idealismo”. Así definía al álter ego de su primera novela
(Saliendo
de la estación de Atocha). Y es muy difícil –para cualquiera
mínimamente sensible y/o sensato– no identificarse con esa confusión, precisamente con esa (y, por tanto, con ese narrador y el tipo que lo creó).
En la segunda novela, 10:04, el
protagonista ha crecido pero no ha aprendido demasiado.
Afortunadamente: quiero decir que antes paseaba su estupor, su ingenuidad y su ternura por Madrid y ahora camina por Brooklyn, pero la mirada es la misma: los ojos
bien abiertos, las dudas afiladas y la autocrítica bien puesta.
Ben Lerner reflexiona sobre esa forma que tienen los tíos de cogérsela en el
baño como si pesara mucho, mirándose unos a otros cuando son niños, por pura curiosidad; y cortándose en cuanto llegan a la pubertad, para que no haya malentendidos. Dice que hay tíos que hasta
se la cogen con las dos manos, por si se vienen abajo. Y flipa, y flipamos
los lectores con él por esa intimidad y ese estupor infantil. Pero
luego sale del cuarto de baño y reflexiona, también, más y mejor, sobre la paternidad, el cambio climático y la muerte.
Reflexiona,
en general, sobre el tiempo. El tiempo pequeñito, el de hoy, el de
ahora, el de leer esta columna. Y el tiempo con mayúsculas, el futuro grandilocuente y el pasado que nos ha hecho como somos.
Todo eso con un lenguaje preciso y luminoso. Todo
eso desde la ficción y la verdad. Todo eso en doscientas páginas
limpias, maravillosas y terribles.
Sólo así se puede contar la historia de Ashley, esa universitaria
que engaña a su
pareja y le cuenta que tiene cáncer, y finge ir a quimioterapia, y
adelgaza, y pierde el pelo.
¿Por qué?
“Porque me
sentía sola. Confusa. Porque la mentira me describía mejor que la verdad”.
¿Es Ashley real o se la inventa el autor? Da igual: es verosímil, porque es
humana; porque Ben Lerner la
sabe contar.
Siempre hay una chispa de magia cuando
los poetas deciden pasearse por la novela, un pequeño milagro como si
el mundo se parase para escucharles. Y es mayor, la verdad, casi inmenso, cuando esos poetas tienen más sentido del humor que intensidad.
Ése es Ben Lerner. Un tipo que te gustaría tener como amigo. Para pasear con él
por Madrid o por Nueva York, y dudar con él si es primavera o sigue siendo invierno, porque hay gente
que no se baja de sus botas forradas de borrego y otros ya van en manga corta.
De momento, yo lo leería.